Caminando por el pueblo en éxtasis
Marchas y caídas extáticas
Uno de los fenómenos extraordinarios y sin precedentes en la historia de las apariciones fueron las marchas y caídas extáticas de las videntes en Garabandal. En los momentos previos a las visiones y durante las visiones, las muchachas caminaban por las calles de los pueblos, subían y bajaban de la montaña, entraban en las casas, visitaban el cementerio, pero siempre en estado de éxtasis. A veces también caían al suelo en éxtasis, sin hacerse nunca daño.
Las niñas sabían cuándo se iban a producir las visiones por una serie de tres llamadas (iluminaciones), cada una más fuerte que la anterior. Tras la tercera llamada, corrían al lugar apartado donde habían tenido lugar las primeras visiones: allí, postrándose de rodillas sobre las ásperas rocas puntiagudas, entraban en un trance extático sobrenatural. Sus cabezas se fundían hacia atrás, las pupilas de sus ojos se dilataban, sus rostros se cubrían de sudor con una impresionante expresión angelical. Permanecían en esta posición durante varias horas sin mostrar ningún signo de esfuerzo muscular o fatiga. Eran insensibles a los pinchazos, las quemaduras de cerillas y el contacto físico. Incluso cuando durante las visiones se enfocaban focos cegadores sobre sus rostros por la noche, sus pupilas permanecían inmóviles y dilatadas. Durante estos trances, el peso de las niñas era tan excesivo que a dos hombres adultos les costaba levantar a una niña de 12 años. Sin embargo, se levantaban fácilmente entre ellos para ofrecer un beso a la Santísima Virgen.
Caídas extáticasA medida que continuaban las apariciones, empezó a producirse un nuevo fenómeno: la caída extática. En pleno éxtasis, de rodillas o de pie, las muchachas caían hacia atrás, estiradas en el suelo. Nunca se lastimaban por ello, ni sus ropas se volvían impúdicas, enredadas o incómodas. Permanecían en éxtasis, en posición horizontal y sin utilizar las manos para incorporarse, volviendo a su posición original sobre las rodillas o los pies. Cuando dos o más de las chicas en éxtasis caían juntas, sus movimientos estaban perfectamente sincronizados. Uno de los testigos, el canónigo Julio Porro Cardenoso, dijo que era similar a un chorro de luz que se apaga dentro de una gran sala de conferencias donde todas las luces se apagan simultáneamente. Cuando las muchachas cayeron al suelo tras el éxtasis, la posición de sus cuerpos destacó como un signo sobrenatural, y muchos espectadores las describieron como magníficas «esculturas».
Marchas exterioresOtro rasgo excepcional de las apariciones, que se produjo casi al mismo tiempo que la caída extática, es la MARCHA EXTATA. Con la cabeza echada hacia atrás de un modo característico y sin ver a dónde se dirigían, las muchachas marchaban de un lado a otro, cogidas del brazo, sin la menor dificultad, por terrenos abruptos y peligrosos y, a veces, con pasos tan rápidos que los espectadores no podían seguirlas. Una testigo, la señorita Ascensión de Luis, describió uno de estos «vuelos» en un informe fechado el 18 de marzo de 1962: «Desde el pueblo, subiendo por la ladera rocosa hasta la pequeña arboleda de pinos que colgaba en dirección al pueblo.... La niña subía por la rampa y volvía a bajar a una velocidad increíble». A veces, las niñas parecían aviones planeando por el aire, pues parecían sobrevolar el terreno con los brazos extendidos, apenas tocando el suelo con las puntas de los pies.
Desde los primeros días de las apariciones, las niñas obsequiaron a la Virgen con objetos religiosos para que los besara. Esto fue sugerido por Nuestra Señora, y cuando la gente se enteró, numerosos rosarios, crucifijos, medallas y anillos fueron entregados a las pequeñas videntes. Era tal la colección de objetos religiosos depositados sobre una mesa para este fin, que hubiera sido humanamente imposible que las jóvenes los devolvieran a sus legítimos dueños sin que hubiera habido malentendidos. Sin embargo, en éxtasis y guiadas por la Virgen, las muchachas devolvían siempre las medallas, anillos y otros numerosos objetos a las personas adecuadas. Muchos sacerdotes fueron testigos de los éxtasis de las niñas.